El motivo de este blog era ir dejando constancia de los últimos días que me quedan de inedición y quería uno de esos blogs ingenuos ahora que todavía era posible, pero mucho antes de lo que yo pensaba llegó a mi casa el primer ejemplar de La conjetura de Perelmán, y llegaron también las primeras entrevistas, casi en familia, como la de mi amigo y compañero de faenas Sergi Bellver, y entonces, mucho antes de que terminase el mes de inedición, ya era imposible escribir como si las cosas no estuvieran ocurriendo, y no era sincero.

Así que hasta aquí hemos llegado, o más  bien hasta el post anterior, porque esto no es más que un cierre de cierta dignidad al derecho al pataleo del ahorcado  (cito al gran Ronaldo Menéndez).

El ejemplar llegó a Águilas en un sobre. Cuando lo abrí pensé en mi abuela Pepita Moreno, que me alimentó mientras escribía la novela y por eso en la solapa pone que recibí la beca  Pepita Moreno para jóvenes creadores. (No os molestéis en pedirla, suelo ser el único beneficiado. Admito el enchufe). El caso: pensé en ella porque a nadie iba a hacer más ilusión que a una mujer que no ha leído libros en su vida, y rápidamente corrí a regalárselo. Sin leer obsesivamente, sin fantasear, sin reconocerme en ese objeto macizo de papel y pegamento manchado de tinta donde está el encerrado el río de la conciencia de seis meses, como había pensado que haría llegado el momento.

Desde que puse en mi Facebook este episodio,  mucha gente me pregunta qué se siente al ver el primer libro publicado, es decir, al ver concluída la vida inédita. Y yo a todos les digo que poca cosa. Esto me lo dijo un día Alberto Olmos y tenía toda la razón: «Uno siente prisa por publicar y le parece que todo va a cambiar desde ese momento, pero luego ve que no es más que un libro y no pasa nada.»

En este sentido, parece como si uno fuera inédito todavía, y si lo pienso bien me doy cuenta de que lo soy: inédito de todo lo demás. No he publicado las novelas que todavía no he escrito, tampoco alguna de las que hay esperando la corrección final o el tiro de gracia, y de cualquier forma una vez más habrá que bajar al barro de las teclas a pelear con las palabras.

Si tuve un sentimiento nuevo al ver la novela fue la fascinación con que un equipo de gente (correctores, maquetadores, diseñadores bajo la antenta mirada de mi editora, y ahora las personas dedicadas a la prensa) hubiera estado trabajando sobre algo que ha salido de mi cabeza. Una especie de agradecimiento o más bien de asombro con esta máquina de resortes humanos. Y en fin: mañana estará en las librerías mi novela. No es más que un libro y ésta era la mayor ingenuidad de todo el blog. Espero que os guste a los que lo queráis leer. La persona desconocida que compra el libro porque le llama la atención o le han hablado o ha leído cualquier cosa sobre él es la parte más fascinante del mecanismo. Así que gracias a ti.